Cuando salgo bien por la mañana a mi Jardín del Edén, oigo esos cantares celestiales de pájaros; hojas que bailan al compás del viento. Colores y olores de flores, de percepción divina. Neutralizando cualquier dejo de mala energía, ese viento me acaricia y hace reflotar una sonrisa.
Ya nada queda casi de aquella soberbia oscuridad; llevo un fuerte escudo contra ladrones de sueños y de almas que brillan.
Me gusta tanto aprender, cada día más. Tanto de lo bueno, como de lo malo (si esto te hace aprender, claro).
Ya nada queda casi de aquella soberbia oscuridad; llevo un fuerte escudo contra ladrones de sueños y de almas que brillan.
Me gusta tanto aprender, cada día más. Tanto de lo bueno, como de lo malo (si esto te hace aprender, claro).
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