Fue un día por la mañana que caminaba naturalmente, sin encontrar lo que buscaba. Ya lo mismo, me había sucedido una noche atrás. Quizá era el turno de intentarlo al mediodía, luego un buen almuerzo; otra vez no tuve suerte.
Con unos mates esperaba, ya a la tarde para intentarlo nuevamente; parecía no querer ser encontrado. Finalmente me sucedió, fue en aquella hora que no es de día ni de noche, donde el día se despide y la noche comienza; aquel sinfín de degradés en el cielo Por fin llegó...
La hora dorada.
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